Los
pulmones de la tierra necesitaban respirar.
Un día,
de repente, el mundo se paró y entonces la Tierra comenzó a respirar aire puro.
Y las aguas volvieron a cristalizarse. Y los animales comenzaron a habitar en
paz.
La naturaleza
es tan mágica que ella misma esta limpiándose del mal que hicimos.
Las
personas, en su lejanía, se dieron cuenta que se amaban.
Y se
quedaron en casa.
Y
leyeron libros.
Y
escucharon y descansaron.
La gente
aplaude desde sus balcones a los verdaderos héroes.
Nuestras mentes se serenaban porque ya no había
prisas.
Y cuando todo estaba a punto de estallar, el mundo
entero se unió convirtiendo los 5 continentes en solo 1.
Tuvimos miedo, miedo a lo desconocido, a contagiarme,
a contagiar, por nuestros familiares, y más aún por los pequeños y ancianos,
por nuestros amigos y en general MIEDO.
Y de repente todo se para, y es cuando entendemos el
valor que tienen las pequeñas cosas, justo en el momento en que nos las quitan.
Las cosas importantes a las que antes no le dábamos
importancia y se daban por sentado, comenzaron a adquirir otro matiz, y le
dimos su importancia real.
El poder curativo de los abrazos, el olor de tu
familia, el reír con los amigos por cualquier insignificancia, el pasear por la
playa y sentir la brisa del mar…y miles y miles de millones de pequeños
momentos que ahora adquieren relevancia.
Estamos viviendo algo insólito, el año en la que
Tierra sólita obligo al mundo a detenerse.
Eramos ricos y no lo sabíamos.
Lección del 2020.
Autor desconocido
Tan real y profundo, que nos lleva a la reflexión, aunque sea solo por un ratito... lo importante es que está en nosotros que tan fuerte "pise ese ratito" en los días venideros!
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